
Un poco más a la derecha. No, no tanto. Levanta la cabeza. Un poco menos. Mira hacia arriba. Bien. Pero… levanta un poco la barbilla. Sonríe. Plas!!!
Qué difícil es hacer bien tarea, tras tarea, para que una simple luz de segundo acabe con incesantes intentos que únicamente buscan, momento tras momento, una imagen agradable a la vista de tu pareja, y quede así grabada por los siglos de los siglos. Repites, una y otra vez, hasta que finalmente conseguís ese momento, vuestro momento.
A veces, la sensación de inutilidad se va adueñando de ti porque el camino que has elegido para realizar esas tareas y que tanto ha costado de recorrer parece, de nuevo, no ser el correcto. Pero, ¿qué hacer? Tu cuerpo necesita descanso, tu mente equilibrio y el alma tiene que recomponerse de otro posible error. ¿Qué ha pasado? ¿Qué has hecho esta vez? ¿Qué has dicho? Has hecho todo cuanto estaba en tu mano, has esquivado las impertinencias, has estado atento ante cualquier descuido y los imprevistos que amenazaban han sido lidiados como buenamente has podido. Y de repente, vuelve a aparecer, en un segundo, la luz que te ciega momentáneamente y te encuentras andando por un camino pedregoso. ¿Es cierto que todos los caminos llevan a Roma? Puede ser, pero no es fácil.
¿Cómo no morir en el intento de enamorar?, ¿dejándote enamorar sin dejarte llevar? Todo hay que pensarlo ¿Por qué? ¿Por qué empecinarse en esperar la siguiente caricia cuando ni siquiera se ha disfrutado de la última? ¿Por qué pensar en lo que hay fuera si ni siquiera conoces lo que hay dentro? ¿Por qué empeñarse en tergiversar las cosas? Me tachan de persona rara, pero cuando digo quiero esto, quiero esto. Cuando digo que necesito cinco minutos, no necesito todo el día, solo cinco minutos. Cuando digo llamaré en cuanto acabe, llamaré, pero cuando acabe.
Da igual lo que hagas, como lo hagas, al final siempre aparecerá una dichosita luz que estropeará todo y vuelta a empezar. Una simple frase, un mal comentario, una mirada perdida que puede oscurecer el placer de amar para convertirlo en una picadura dolorosa y, a veces, hasta venenosa. Da igual cuáles eran tus intenciones porque se convertirán en sus intenciones, da igual el tiempo que dediques porque nunca será suficiente, da igual los besos que regales porque no irán precedidos de algo más, y al fin y al cabo, aunque hagas el amor y sientas que estás dentro de la persona que amas y le traspases tus más íntimos sentimientos, verás que, en cuestión de segundos, una nueva luz ofuscará lo que momentos antes os llevaron a la cima del placer y del éxtasis.
Qué difícil es hacerse entender y que fácil lo ve uno mismo. Que fácil sería intentar comprender a la otra persona cuando crees lo que dice, sin avisos, sin toques. Si es blanco es blanco, no es gris y por mucho que se intente ver de otro color, sigue siendo blanco. Qué fácil sería reír y ser el mejor amigo todo el tiempo, sin roles, sin trampas, lo bueno y lo malo, la verdad. Intentar comprender, pero lo complicamos tanto, que en vez de hacer esto exigimos explicaciones, detalles que cuadren en nuestro subconsciente, sin traspasar la línea, sin alterar palabras que acaben en remolinos.
Aquel que opine que se puede fingir hacer el amor es que todavía no ha aprendido a amar. Amar no tiene reclamos ni peticiones, simplemente es un desbordamiento de sentimientos cual menos altruista. Qué complicado lo hacemos. Qué fácil debería ser cuando quieres.
Por todo ello, es más fácil mortalizar un momento sin ser avisado y dejando que la naturalidad hable por sí misma que tener que esperar la puñetera lucecita.
***Escrito por ingravito en una noche de insomnio****